Intervención Foro Gestión Educativa
Para atender a los objetivos de este panel, he resuelto escribir algunas ideas y opiniones sobre la Acreditación voluntaria de calidad, un hecho que a mi juicio ha transformado de manera positiva y profunda a la Educación Superior en Colombia proyectándola a niveles crecientes de calidad de manera sostenida.
Para hacerlo apropiadamente debo hacer un poco de historia. Fue la Ley 30 de 1992 quien creó el Sistema Nacional de Nacional de Acreditación y facultó al Consejo Nacional de Educación CESU para que lo organizara y reglamentara. Sólo tres artículos de esa Ley que voy a leerles en razón de su brevedad, son los responsables de lo que para mí ha sido un poderoso motor hacia el cambio en la Educación Superior colombiana:
Artículo 53. Créase el Sistema Nacional de Acreditación para las Instituciones de Educación Superior cuyo objetivo fundamental es garantizar a la sociedad que las instituciones que hacen parte del Sistema cumplen los más altos requisitos de calidad y que realizan sus propósitos y objetivos.
Es voluntario de las Instituciones de Educación Superior acogerse al Sistema de Acreditación.
La acreditación tendrá carácter temporal. Las instituciones que se acrediten, disfrutarán de las prerrogativas que para ellas establezca la Ley y las que señale el Consejo Nacional de Educación Superior (CESU).
Artículo 54. El Sistema previsto en el artículo anterior contará con un Consejo Nacional de Acreditación integrado, entre otros, por las comunidades académicas y científicas y dependerá del Consejo Nacional de Educación Superior (CESU), el cual definirá su reglamento, funciones e integración.
Artículo 55. La autoevaluación institucional es una tarea permanente de las Instituciones de Educación Superior y hará parte del proceso de acreditación.
No cabe duda del carácter visionario del legislador al involucrar a la Educación Superior en un esquema de certificación voluntaria de calidad, apoyado en un proceso sistemático de autoevaluación, que no es otra cosa que poner a las organizaciones a medirse y a pensarse a sí mismas.
Es indudable la influencia que a nivel de resultados ha provocado la carrera hacia la calidad; la eficiencia en el uso de los recursos y la expansión de la producción intelectual y la investigación en las universidades, no es ajena a este influjo.
No es una idea original. Ya en otras latitudes las certificaciones a nivel universitario han existido. Sin embargo, en el contexto Iberoamericano la decisión en Colombia se tomó de manera oportuna permitiendo colocarnos a la vanguardia con relación a otros países y su evolución y desarrollo ha llevado a que la organización del Consejo Nacional de Acreditación – CNA, y sus experiencias, sean estudiadas hoy como modelo, y estén siendo replicadas en otras regiones.
En 1996 empezó formalmente a funcionar el CNA después de que el CESU lo conformara y le diera los mandamientos normativos para cumplir su tarea; hoy podemos afirmar con toda objetividad, que el ingreso de las Instituciones de manera voluntaria al Sistema de acreditación de calidad, generó una ruptura en términos de los parámetros preexistentes para el desenvolvimiento de los procesos académicos y de sus resultados.
Un concepto diferenciador de calidad se ha instalado en el imaginario social a partir del reconocimiento que se hace por el Ministerio de Educación Nacional bajo concepto previo del CNA; reconocimientos que difunden las propias Instituciones y que el Gobierno estimula a nivel Presidencial con dos distinciones: la medalla Luis López de Mesa en el caso de los programas y la condecoración Francisco José de Caldas en el caso de las Instituciones.
Se han creado además incentivos para los programas acreditados y para las Instituciones; en el caso de los primeros, ellos pueden extenderse a cualquier parte del país con un procedimiento abreviado y en el caso de las Instituciones acreditadas, ellas pueden abrir programas de pregrado y de especialización con un trámite muy simplificado. Hace poco el CESU en el caso de las Universidades Públicas determinó que un 5% de los recursos que se distribuyen anualmente, entre ellas merced al artículo 87 de la Ley 30, como consecuencia del crecimiento de la economía, se distribuya sólo entre las universidades acreditadas.
A pesar de ser voluntaria la acreditación, como lo manda la ley, nadie hoy quiere estar ausente de ella; las Instituciones de Educación Superior tanto públicas como privadas emulan cotidianamente en la acreditación de sus programas y también de las propias Instituciones.
Los procesos de autoevaluación consignados en la ley como un componente que hace parte de la acreditación, ha desencadenado una transformación en cada una de las instituciones donde el pensarse a sí mismas era un asunto exótico, para no decir inexistente.
Si la autoevaluación se miró con sospecha en las etapas iniciales, hoy se reconoce como un insumo esencial para el modelamiento del porvenir académico de las instituciones.
Si observamos la evolución de la investigación en Colombia, que fundamentalmente se concentra en las universidades, hay que convenir en que la acreditación jugó un papel impulsor definitivo. Antes de ella, muy pocas Universidades poseían actividades importantes en materia de investigación; y la que había, poco se preocupaba de formalizarse de acuerdo a los parámetros de Colciencias; hoy en cambio, las Instituciones se preocupan por registrar sus grupos y por hacerlos reconocer como uno de los factores que mide la excelencia. Naturalmente que Colciencias también ha contribuido a la expansión de la investigación en Colombia, pero para mí, la Acreditación de calidad se volvió un acelerador sin precedentes que estimula a través del reconocimiento y la emulación a mejorar cada día los resultados.
La heteroevaluación es el otro pilar fundacional de la acreditación de calidad y ella descansa sobre la capacidad e idoneidad de las comunidades académicas. Para concretarla se dispone de pares académicos especializados reclutados mediante convocatorias públicas que son los encargados de valorar y comprobar los resultados de la autoevaluación tanto de programas como de Instituciones. Estas evaluaciones llegan al Consejo Nacional de Acreditación donde se produce la respectiva recomendación al Ministerio de Educación Nacional; bien otorgándola con determinada temporalidad o devolviéndola con recomendaciones para que la Institución si así lo considera, desarrolle estrategias que le permitan más adelante de nuevo solicitarla, eso sí, no antes de dos años. Las Instituciones tienen la oportunidad de conocer previamente el informe de los pares y controvertir su contenido, si es del caso.
Los procesos de heteroevaluación son una oportunidad para que los pares incidan en los programas e instituciones evaluados al trasladar las experiencias de las instituciones de donde provienen o las que han conocido en el ejercicio de su labor como pares; así mismo, ellos se enriquecen al conocer en situ, modelos y experiencias innovadoras que pueden ser replicadas y aconsejadas en otras latitudes.
A la larga son procesos que permiten disminuir las distancias entre las Instituciones consolidadas de las grandes capitales y las de las regiones.
La calidad se apoya en la existencia de comunidades académicas calificadas y por ello las condiciones de trabajo y la formación del profesorado son esenciales. Es deseable la vinculación de profesores de tiempo completo como una manera de construir estas comunidades, pero sin caer en el absolutismo de otorgarle a la forma de contratación el prerrequisito ineludible para alcanzar la calidad.
Esto a veces, se ha convertido en un asunto típicamente de reclamo laboral donde el tipo de vinculación es la manera de remunerar adecuadamente al docente independiente de su particularidad; definiendo en la contratación dedicaciones que no existen en la realidad y que se adoptan solamente para atender niveles de remuneración deseados.
Discrepo de aquellas simplificaciones que le colocan límites a la capacidad de trabajo de los docentes utilizando fórmulas matemáticas para determinar las cargas de trabajo de los docentes. Hay que aceptar que los seres humanos son diferentes y tienen diversas capacidades. El trabajo intelectual no puede compartimentarse con relojes a la manera del trabajo manual; el cerebro no se gobierna con leyes, decretos o reglamentos.
Un docente experimentado, que dicta la misma asignatura por años, y que además tiene habilidades especiales, está en condiciones de hacer más productivo su trabajo. En contrario sensu, es probable que algunos docentes no puedan siquiera con una asignatura. Algunas personas pueden leer y escribir libros a ritmos de vértigo y a otros les puede quedar grande una exposición. Hay que darle paso a la complejidad en la valoración y al uso del recurso humano.
Ojalá que el docente de tiempo completo tuviera que estar vinculado a la Investigación. Ojalá que los docentes de tiempo completo tuvieran como mínimo el grado de maestría. Estos dos criterios sí podrían ser más contundentes en términos de condiciones para la calidad, que aquellos que hacen llamados generales al tipo de contratación.
Si la comunidad académica de pares está adecuadamente preparada, puede decirse que la calidad del proceso está garantizada, pero si los pares no tienen la preparación debida, el proceso tiene fisuras y la confianza del mismo puede deteriorarse.
El CNA ha producido materiales diversos y se han realizado distintas reuniones en las regiones para capacitar a los pares como estrategia de formación; sin embargo, a veces se escuchan voces que reclaman mayor profesionalismo de los pares.
Parece sensato pensar en certificar los pares académicos como se hace con los auditores de calidad en cualquier sistema. Ya el CNA tiene la experiencia suficiente y la masa crítica disponible para poner en marcha una escuela de pares que provea el recurso humano con las habilidades requeridas para los procesos de calidad académica.
Las Instituciones de Educación Superior han sido flexibles al otorgarles a sus docentes y funcionarios los permisos y comisiones requeridas para que se desplacen a cumplir con las evaluaciones de los programas y de las Instituciones sin mediar compensación alguna. Además del reconocimiento que de suyo encarna la honrosa distinción de ser llamado como par académico, los pares reciben una importante remuneración por su servicio, además de los viáticos normales a que tienen derecho. No me cabe ninguna duda, de que una convocatoria a certificarse contaría con el apoyo y concurso tanto de las Instituciones como de los convocados.
Con pares certificados tendríamos la garantía de trabajar con criterios uniformes y evitaríamos las improvisaciones que inevitablemente ocurren cuando debemos utilizar pares sin una conveniente preparación.
Se me ocurre que un buen comienzo podría ser apoyarse en las universidades acreditadas institucionalmente para formar este recurso utilizando la virtualidad de manera parcial según sea del caso. Algo similar a la formación masiva de maestros virtuales que ha contratado el Ministerio de Educación Nacional para formar maestros en competencias para trabajar en ambientes virtuales de aprendizaje.
Las Instituciones Técnicas y Tecnológicas que empiezan a ingresar al Sistema reclaman consideración especial a su ethos, que definitivamente tiene particularidades diferentes a las de las Universidades; no podemos utilizar los mismos patrones para evaluar los factores y las características del tipo de formación que ellas imparten.
Probablemente haya que aprender a evaluar este tipo de programas utilizando pares internacionales, no podemos perder de vista que la política del Gobierno privilegia este tipo de formación de manera expresa en el Plan de Desarrollo vigente y en la propuesta de Visión Colombia 2019, al punto de prácticamente sólo crecer en ella en los años venideros. El Sistema de Calidad del que hace parte el CNA debe pensar en sintonizarse con esta mirada estratégica.
La Acreditación voluntaria nos ha abierto al mundo de la calidad que va mas allá de lo académico; hoy en día la calidad es el gran factor diferenciador en todas las actividades humanas; se acreditan los procesos, la gestión en las empresas, los productos, los laboratorios de prueba y ensayo, las competencias, el origen de los productos. Hay certificaciones para lo ambiental. Se producen normas técnicas sobre los productos que deben certificarse a través de organismos acreditados.
Los países hacen acuerdos de reconocimiento mutuo entre sus sistemas de calidad, creando una malla creciente de equivalencias y de certificaciones que van copando todas las actividades de la sociedad.
Quienes no enganchen en el torrente hacia la calidad certificada se van quedando atrás y pocas probabilidades tienen de sobrevivir en un mundo todos los días más interconectado y donde la movilidad humana y de bienes, no cesa de aumentar presionando la liberación del comercio a todo nivel.
Además del CNA que acredita la calidad en la Educación Superior, en Colombia hay por ley tres organismos acreditadotes: la Superintendencia de Industria y Comercio, el Invima y el Ministerio de Agricultura con unas delimitaciones difusas entre los alcances de cada uno. Es la Superintendencia el ente más desarrollado y el que viene jalonando el sistema de calidad del país.
Nuestras Instituciones han entendido y aceptado el reto. Cada día con mayor intensidad se involucran en los procesos de certificación. Se están certificando con Norma ISO 9001:2000 las áreas administrativas y financieras, las bibliotecas, etc. De la misma manera, los laboratorios de metrología y de prueba y ensayo se están acreditando con la Norma ISO 17025 para poner al servicio de la Investigación y de la comunidad la importante capacidad instalada que poseen como un verdadero mecanismo de apoyo a la competitividad empresarial regional y nacional.
El Decreto 4110 de 2004 en desarrollo de la Ley 872 de 2003, ha obligado a todos los entes públicos a certificar su gestión con la Norma Técnica GP 1000:2004, una norma que tiene similaridades con la Norma al ISO de gestión, y que tiene como fecha de plazo de cumplimiento el 8 de diciembre de 2008. Esta obligación cobija a las Instituciones de Educación Superior Públicas, muchas de las cuales han dado pasos hacia la certificación.
Frente a esta interacción de certificaciones y acreditaciones de calidad que están actuando de manera independiente me pregunto si no sería conveniente aprovecharlas en beneficio de un mayor acierto en nuestro sistema de calidad académica. Por ejemplo, en el caso de la Acreditación Institucional que compromete de manera integral a la Institución como un todo, tal vez sería deseable utilizar algunas de ellas como condición, sobre todo en aquellos aspectos más administrativos que académicos.
Algo de esto ya se ha comentado de manera tangencial en el Consejo Nacional de Educación CESU y me parece oportuno ventilarlo en el día de hoy en este foro que debe alimentar con nuevas propuestas e ideas lo que debe ser la evolución de nuestro sistema de acreditación voluntaria de calidad.
Ya van corridos casi 11 años exitosos donde lo construido y realizado llena de orgullo a la comunidad académica nacional; el CNA es reconocido internacionalmente y se busca su consejo y asesoría en otros países; incluso empezamos a prestar servicios de acreditación a instituciones extranjeras. Ya hemos empezado a trabajar acuerdos de homologación con sistemas de acreditación de otros países. En fin, el CNA ya ha obtenido la mayoría de edad que le permite ir más allá de sus contenidos iniciales para avanzar en la articulación con otros elementos del Sistema que todavía están en etapas tempranas de desarrollo y sobre todo avanzar en la comprensión de la calidad como un continuo, que no debiera tener fraccionamientos.
Me estoy refiriendo a la Comisión Nacional Intersectorial para el Aseguramiento de la Calidad.- CONACES, un organismo creado a imagen y semejanza del CNA, pero cuyo objetivo es asegurar las llamadas condiciones mínimas de calidad de programas académicos.
También me refiero a los Exámenes de Calidad para la Educación Superior – ECAES y al Observatorio para el Mercado Laboral – OML; elementos ellos, que se relacionan con la calidad y que deben empezar a ser tenidos en cuenta como conectores que inciden y/o miden aspectos asociados a la calidad.
No podría finalizar sin hacer referencia a la Acreditación de calidad de los Posgrados, una tarea en la que trabaja actualmente el CNA, pero que aún está pendiente; desarrollo que seguramente va a permitir regular las ofertas de alto nivel que empiezan a florecer en Colombia en términos de calidad.
Hasta aquí las reflexiones anunciadas
Luis Enrique Arango Jiménez
Rector
Universidad Tecnológica de Pereira
Fecha de expedicion: 2007-10-11