Pereira, 29 de septiembre de 2009
Desde los primeros informes del Club de Roma finalizando la década del 60, que alertaban sobre los daños al planeta causados por las actividades humanas, ha venido creciendo y consolidándose una conciencia colectiva sobre la importancia vital de repensar la relación hombre-naturaleza, en el entendido de que no hacerlo, pondría en riesgo la propia supervivencia de la especie humana.
Cuando nuestra Universidad se propuso la creación de una Facultad de Ciencias Ambientales, no estaba ajena a esta preocupación global, quizás por ello de manera entusiasta recibimos el apoyo manifiesto de muchas organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, que visualizaban el alcance de la nueva empresa del conocimiento, como una acción estratégica que estaba lejos de cortejar una moda, y más bien le apuntaba a altos ideales, asociados a una urgencia real de la sociedad.
Estamos hablando de 17 años atrás, hoy tenemos una mejor visión de los problemas y además podemos afirmar que en la Universidad y en su entorno, han ocurrido hechos que determinan e implican una transformación, en términos de capacidades y de compromisos con las problemáticas ambientales. El papel jugado por la autoridad ambiental regional, la Carder, como nuestro aliado estratégico, y por otros actores, ha servido para potenciarnos de manera relevante; no siendo caprichoso que hayamos puesto en marcha un Doctorado en Ciencias Ambientales, que alojemos y coordinemos un Centro de Investigación en Biodiversidad y Recursos Genéticos, que Risaralda haya sido definido como Bosque Modelo y pertenezca a la red mundial y que hayamos empezado a trabajar un nodo sobre Cambio Climático.
Entre tanto el mundo se ha movido, aunque a pesar de que hay que reconocer avances en los compromisos de los Estados en materia ambiental, todavía hay mucho camino que recorrer; muchas de las cosas no pasan de lo retórico y declarativo; no basta que el cambio climático se haya vuelto tema obligado de cuanto foro y conferencia internacional hoy se realiza, hay que dar el paso a las acciones, y eso es lo que espera el mundo de la reunión de diciembre en Copenhague, Dinamarca; un país que a propósito es ejemplar en esta materia, al haber logrado situarse por debajo de las emisiones que tenía en el 90, sin dejar de crecer la economía, sobre la base de eficiencia energética y el uso de tecnologías limpias.
De la reunión de Copenhague debe surgir un gran acuerdo que reemplace o actualice el protocolo de Kioto. Esa es la esperanza. Se están evidenciando cambios alentadores; venimos de un pasado reciente de incredulidad y falta de compromiso, especialmente de grandes contaminadores como China y Estados Unidos, que eludían de manera abierta suscribir los acuerdos de metas de reducción de gases efecto invernadero.
En los últimos días hemos escuchado algunas cosas que inducen a pensar en importantes replanteamientos; me refiero por ejemplo al discurso del Presidente Obama en el foro sobre Cambio Climático que tuvo lugar hace muy pocos días en las Naciones Unidas, donde hizo un llamamiento a los países a negociar un nuevo acuerdo, para evitar una catástrofe irreversible y a las declaraciones del Gobierno Chino suspendiendo la ejecución de importantes proyectos energéticos por razones ambientales. No es para menos, las evidencias de los desordenes son apabullantes. Ban Ki Moon, Secretario General de las Naciones Unidas, afirma en un artículo reciente: Hace dos semanas, viajé al Ártico, donde visité los restos de un glaciar. Lo que hace solo unos años era una majestuosa masa de hielo, se había desintegrado. No es que se derritiera gradualmente sino que se había desintegrado. Fueron necesarias nueve horas de viaje en barco para alcanzar el casquete polar desde el asentamiento humano más septentrional del mundo. En pocos años, quizás se pueda llegar en barco hasta el Polo Norte sin encontrar obstáculo alguno. Es muy posible que para el 2030, el hielo prácticamente haya desaparecido del Ártico.
Pero no necesitamos ir muy lejos, cualquier ciudadano medianamente informado percibe los dramáticos cambios en el clima; la semana pasada hablé con una persona que cruzó la línea, entre Armenia e Ibagué, por vía carreteable y me contó sorprendido, que era tanto el calor que experimentaron al pasarla, que le pidieron al conductor del bus que prendiera el aire acondicionado. Hace 30 años, esto hubiera sido interpretado como un chiste. Seguro que cada uno de nosotros puede dar ejemplos similares. La humanidad no puede aplazar la acción, tenemos el tiempo contado.
El cambio climático, consecuencia de lo que definitivamente obedece a un aumento del calentamiento global, por causas humanas, nos enfrenta por primera vez a un problema global, de impactos difíciles de predecir; impactos en nuestra salud, infraestructura, economía y en casi todos los aspectos de la vida humana.
Muchos países han comenzado a tomar algunas medidas y la sociedad recibe abundante información sobre el tema. Por primera vez en décadas se ha visto una disminución de las tasas de emisión de CO2, aunque mayormente atribuible a la crisis económica actual y a la disminución de la producción industrial. Se multiplican los esfuerzos por detener las emisiones y por encontrar alternativas al uso de combustibles fósiles y a las prácticas inadecuadas. Son de mencionar por ejemplo los MDL(s): mecanismos de desarrollo limpio en el campo industrial y forestal, la agricultura ecológica y la ganadería amigable con el ambiente, entre otros.
No obstante el giro que estamos advirtiendo a nivel global con relación al cambio climático, hace falta mucho esfuerzo para lograr cambios significativos en los escenarios por venir, fenómenos que requieren enfrentarse en lo sectorial, pero también desde los territorios en lo local y en lo regional, y donde se requiere producir conocimiento apropiado en términos de mitigación y adaptación. De allí que tenga tanto sentido esta reunión, donde los diversos actores, de lo público y de lo privado, compartan conocimiento y creen sinergias, que le apunten a la innovación y a la creatividad, soportes fundamentales de las acciones a desarrollar. No existe un libreto pre-escrito, hay que escribirlo con investigación y con práctica. Definitivamente estos procesos requieren consolidarse de arriba hacia abajo en términos globales, pero también de abajo hacia arriba desde los territorios, escenario concreto donde se producen y se encaran los fenómenos y sus consecuencias.
Tendremos una jornada de dos días que hará visible lo que estamos haciendo; veremos investigaciones en las áreas rurales de Colombia, que proveen información para la toma de decisiones; investigaciones que proponen autos eléctricos en el Valle de Aburrá; investigaciones en energías alternativas y sus aplicaciones en Colombia; se hablará de los costos de nuestra contabilidad ambiental, y apreciaremos una muestra de proyectos relevantes en cambio climático, incluso aquellos que se han abierto paso con éxito en el exigente mercado de los certificados de carbono y los mecanismos de desarrollo limpio forestal.
La Universidad, como centro de conocimiento, está obligada a involucrarse en las temáticas del cambio climático; no tendría sentido que no lo hiciera; su responsabilidad social la impele a jugar un rol de primera importancia. Esto hace rato dejó de ser un tema esotérico, para iniciados, es un asunto crucial para el futuro de la humanidad. Es esta certeza lo que nos mueve a sumar acciones con ustedes para movilizar el tema en el país, al lado de importantes organizaciones que comparten nuestro afán.
Ya para finalizar estas palabras, permítanme agradecer por anticipado a los conferencistas e invitados especiales que aportan su grano de arena para que este evento tenga la altura y seriedad que demanda.
Queridos asistentes, la Universidad Tecnológica de Pereira se siente honrada con su presencia y desea que el seminario deje las mejores lecciones y propuestas para continuar transitando un camino que no tiene retorno, me refiero al compromiso vital de seguir trabajando, desde el conocimiento, en la ruta de la mitigación y adaptación al cambio climático.
Bienvenidos y muchas gracias.
Luis Enrique Arango Jiménez
Rector
Universidad Tecnológica de Pereira
Fecha de expedicion: 2009-09-29