Estamos finalizando el primer semestre académico del año 2005; no podemos decir que trascurrió sin contratiempo: más de dos semanas de clase se perdieron como resultado de una protesta inducida nacionalmente y que siendo realistas, no dejó ningún beneficio. Por el contrario, la Universidad había pensado en aprovechar el espacio Inter.-semestral para ofrecer hasta dos asignaturas; así se había programado el calendario y finalmente no se pudo por razones insalvables; consecuencia del famoso paro; mecanismo de lucha aún sobreviviente de épocas pasadas y el cual actúa casi como un sacrificio al que todo el mundo se acomoda. Afortunadamente todo no se ha perdido; he visto que algunas unidades académicas están facilitando a los estudiantes la oportunidad de tomar una asignatura Inter.-semestral: algo es algo.
Sigo pensando que debemos hacer esfuerzos por mantener los cursos Inter.-semestrales como una manera ayudar a los estudiantes a nivelarse en sus estudios e incluso a adelantarse, si las condiciones lo permiten.
Heredamos de la clase obrera el paro como forma de presión contra los dueños del capital, quienes temerosos de perder sus ganancias, debían ceder y llegar a acuerdos más equitativos en el pago de los salarios y en mejores condiciones de trabajo. Nos quedamos con el paro como la fórmula mágica que sustituye a la gestión y a la argumentación. Se volvió el recurso sistemático al que se apela de manera incesante por los unos y por los otros: se ha vuelto sinónimo de guapura el mantener el cañazo al precio que sea, aunque la evidencia demuestre hasta la saciedad lo estéril y perjudicial de la estrategia.
Mas grave aún cuando el cese de labores se condiciona con demandas poco objetivas en el terreno de lo concreto y más asociadas a demandas de naturaleza ideológica, apoyadas más en el deseo que en la real defensa de los intereses que se pregona estar defendiendo. Situación que a la vista lo único que trae es mayor debilidad y desconcierto.
LUIS ENRIQUE ARANGO JIMÉNEZ
Rector
Fecha de expedicion: 2005-06-06