Me ha correspondido celebrar el cuadragésimo aniversario de labores académicas de nuestra querida Universidad Tecnológica de Pereira: 40 años de servicios ininterrumpidos a la sociedad, no pueden pasar desapercibidos. Por ello, he decidido aprovechar estas efemérides, para mostrar todo lo bueno que ha hecho y esta haciendo la Institución, cuya naturaleza no sobra expresarlo, se confunde con lo mas granado del patrimonio cultural de la región.
Cerramos esta cuarta década de servicio en medio de una gran dinámica de cambio que abarca todas las dimensiones: la física, con la reconstrucción de nuestra planta; la académica, con el compromiso de acreditación, ampliación de cobertura y creación de nuevos programas, específicamente, Ingeniería Electrónica, Ingeniería Física, Química Industrial y Administración Industrial y la administrativa con la puesta en marcha de una serie de cambios trascendentales en su impacto, que dejan atrás conceptualizaciones simplificadoras de la realidad que bastante daño le han hecho al devenir universitario.
Precisamente en este último frente debo resaltar: el aumento drástico en los cupos de ingreso, el establecimiento del idioma inglés como requisito de grado con su correspondiente oferta gratuita con metodología intensiva, y las acciones tendientes a insertar la Universidad dentro de los procesos regionales que inciden en el desarrollo.
En la Universidad no es siempre fácil hacer las transformaciones: está bien arraigada una cultura de declarar bajo sospecha todo lo que proviene del Rector. Años y años de manejar todas las discusiones desde la perspectiva de un enfoque estrictamente sindical, ha hecho que se pierda la dimensión del papel de la Universidad como centro del conocimiento que presta un servicio público. Y no se crea que esta disfuncionalidad es propia solamente de quienes actúan bajo el amparo de militancias políticas: ella contagia de manera transversal a ilustres académicos.
Un clásico ejemplo de esta desviación, que ya presenta las connotaciones de un fenómeno atávico, es el caso de la nueva oferta de Inglés que la universidad le va a otorgar de manera gratuita a los nuevos estudiantes y que se ha convertido en la preocupación de algunos profesores, que no conciben nada distinto de reproducir mecánicamente las condiciones de trabajo imperantes, sin aceptar que hay diferencias entre la enseñanza del inglés básico, comunicacional, y la enseñanza de disciplinas nucleares de los programas de formación de pregrado. No quieren ver lo que es una realidad universal, me refiero a la manera como funcionan las academias de idiomas. Pero lo más grave, prefieren sacrificar los beneficios que sin lugar a dudas, recibirá la comunidad universitaria, por aferrarse a una equivocada ideologización de algo que no debiera tener ninguna discusión.
Pero no obstante la complejidad adicional de resistir los cambios, hemos venido avanzando con la comprensión y el acompañamiento de la comunidad universitaria.
Es imperativo, incidir en la construcción de confianza, para contrarrestar esa cultura que considera perverso todo aquello que proviene de la Administración. En esta labor, todos debemos de participar: no hay peor conducta, que dejar que las cosas se salgan del cause lógico y normal, por falta de haber enviado las señales indispensables, para que los promotores de las dinámicas del conflicto se pongan en términos de la realidad. Pienso, además, que algunos fenómenos de demencia política que vemos en otras Universidades Públicas, pudieran haberse evitado con una cultura de participación. Claro está que esta reflexión es también válida para toda la sociedad.
Queremos abrir el siglo con una nueva concepción de universidad: aquella que aproveche la autonomía para avanzar en el cumplimiento de la obligación misional y se aparte de considerar el alma mater como un mero instrumento de reproducción mecánica y pasiva del conocimiento: aquella que conciba al ser humano de manera integral; interactuando con sus congéneres en términos de una dimensión planetaria.
Pero queremos también inaugurar esta nueva etapa, haciéndole el reconocimiento respectivo a todas a aquellas personas e instituciones que hicieron posible, con su empeño y mirada visionaria, hacer realidad lo que es hoy esta casa de estudios.
Para lograr estos propósitos he conformado una comisión del más alto nivel, para que se constituya en el factor dirigente de todo el proceso de conmemoración. Aunque la comisión es potestataria de toda la autonomía necesaria para el diseño del programa de actividades y eventos, hemos querido anticiparnos con tres tareas, que entregamos como semilla al proceso de programaciones.
Ellas son:
La elaboración oficial de un ensayo sobre la historia de la fundación de la Universidad: para este fin, hemos encargado al Profesor Pablo Prado Gutiérrez, para que en compañía de un grupo de historiadores de la universidad, reconstruya aquella parte de la génesis de esta Institución, que hasta hoy ha permanecido oculta, pero que dice mucho del carácter y talante de la generación que nos precedió. La historia será escrita entramándola dentro del contexto regional y nacional de la época, para evitar que sea una simple cronología. Justo es también aclarar que este equipo de académicos, encargados de esta magnífica tarea, no esta partiendo de la nada, se han hecho diversas aproximaciones, que aún permanecen inéditas, entre ellas, el trabajo de grado de un grupo de estudiantes de licenciatura en áreas técnicas, conformado por Blanca Lucía Aguirre Ramírez, y Maria Beatriz Valencia Bonilla y dirigido por la doctora en Historia, María Mercedes Molina Hurtado, titulado «Universidad Tecnológica de Pereira: una utopía hecha realidad : 1951-1961»
El libro producto de la investigación histórica será editado e incorporado al patrimonio cultural de la ciudad
La organización de un evento académico con alcance internacional sobre nuevas tecnologías en el campo de la información, que surge como subproducto de la visita que un grupo de dirigentes de esta Universidad realizó a España, como invitados de la Universidad Politécnica de Valencia. El Vicerrector Académico, ha sido promotor de esta iniciativa que la Rectoría valora y acoge plenamente, por considerar que estimula un aspecto clave en el desarrollo de la sociedad, que desde el ángulo académico tiene mucho que incorporar. Y
El lanzamiento de un afiche promocional, sólo a guisa de precalentamiento, con un pequeño tiraje, cuyo diseño conceptual es de mi autoría y con el cual quiero expresar la modernización de la Universidad. Pero que lleva también un mensaje cifrado: la hermosa biblioteca que hoy nos aloja, presenta una diferencia visual con la fotografía del afiche, no se parece a la de la foto: en ella se evidencian los estragos del último conflicto, inevitables sí, pero que la comunidad debe resolver con inteligencia y concertación, para sin limitar derecho alguno, hacer prevalecer los derechos de todos. Lanzo desde aquí la invitación a toda la Universidad, a que pensemos en buscar escenarios de acuerdo para que la expresión de las ideas, en frío o en caliente, puedan encauzarse en manifestaciones visuales que no dañen el patrimonio espiritual de la comunidad académica y porque no decir de la sociedad.
Yo sé que tirios y troyanos, sufrimos con el estado de la Biblioteca. Volverla a su estado original, aunque no es fácil, sería un regalo colectivo. Hemos indagado en el mercado con expertos, aprovechando el receso de fin de año y encontramos un procedimiento, que me tome la libertad de hacer ensayar en sitio, y parece que puede dar resultados. Sin embargo, vano sería proceder en la dirección de la limpieza, sino es con el acompañamiento de toda la comunidad, que nos garantice la supervivencia del trabajo, fruto de un gran consenso. Entre otras cosas, porque el procedimiento envuelve químicos que van debilitando la película exterior de las paredes y la repetición del proceso, además de costoso, puede causar daños irreversibles.
No quiero incomodar a nadie con este debate, considero que es mi obligación estimular procesos elevados de reflexión entre los universitarios, entre otras cosas, porque este es el escenario por excelencia de la razón. Pero además, porque al ser un problema de todos, lo debemos resolver entre todos.
De otro lado, y a riesgo de incurrir en un abrupto giro argumental, deseo en este primer acto, que coincide con el momento en que 40 años atrás, en ceremonia probablemente similar se realzaba la iniciación de labores académicas, mediante la siguiente tarjeta de invitación:
El Rector
De la Universidad Tecnológica de Pereira
Saludo a Ud. Con la mayor distinción, lo mismo que al Club Rotario y tiene el gusto de invitarlos a la sesión con la cual va a iniciar sus labores docentes esta institución, ceremonia que tendrá lugar mañana miércoles 1º. De marzo, a las 5:30 p.m en el local provisional, antiguo Colegio La Salle.
Sr.Dn.
Bernardo Arzayus
L.C.
Pereira, 28 de febrero de 1961
Deseo, repito, hacer un reconocimiento expreso de agradecimiento en nombre de la sociedad y la región: La tarea de traer la Universidad desde su bucólico origen hasta convertirla en la institución moderna y pujante que hoy representa, no ha sido un hecho inercial: en ella han puesto su aporte multitud de personas, e instituciones, que de manera abnegada y patriótica, han jalonado, cada una desde su particular posición y en su particular momento, las diversas etapas de la evolución de la Universidad. Entre ellas se destacan: rectores, decanos, profesores, directivos, funcionarios de Gobierno, miembros de los sucesivos consejos académicos y superiores, gremios, egresados, estudiantes, trabajadores, pensionados, de los cuales hemos tratado hoy de tener una representación, que a pesar de estar incompleta, nos hace sentir agradecidos con todos aquellos que han forjado la historia de nuestra alma mater.
Quisiéramos destacar la presencia, del Exalcade Emilio Vallejo Restrepo, de doña Patricia Roa, hija de nuestro fundador, del doctor Guillermo Angel Ramírez, creador de la ley que le dió origen a la Universidad y uno de sus rectores, al doctor Samuel Eduardo Salazar, otro de nuestros rectores, de Don Germán Calle, Rotario de aquella época y compañero de gesta del doctor Jorge Roa Martínez, del doctor Ricardo Mejía Isaza, de don Hugo Forero Morales, nuestro inolvidable, secretario académico, del doctor Luis Eduardo González, nuestro recordado profesor, y en fin de todos los que no alcanzo a nombrar pero que llenan de nostalgia este recinto.
Para finalizar, una vez más, quiero rendir culto de admiración, respeto y agradecimiento, a aquella pléyade de visionarios, que encabezados por el doctor Jorge Roa Martínez, imaginaron el futuro, que hoy llena de orgullo a todos lo que de una o de otra manera, hacemos parte de la familia Tecnológica. De ninguna manera seremos inferiores a su legado.
Luis Enrique Arango Jiménez
Rector
Fecha de expedicion: 2002-03-12