DISCURSO VISIÓN COLOMBIA 2019
8 de Marzo de 2005
Pereira
Por decisión del Presidente Álvaro Uribe Vélez, el país está discutiendo una propuesta de visión para el año 2019, fecha que coincide con el segundo centenario de la batalla de Boyacá, evento que marca el inicio de nuestra independencia nacional.
El Departamento Nacional de Planeación elaboró un documento propuesta que es apenas un insumo para la discusión y que se está llevando a foros, gremios, universidades, organizaciones, etc. El propósito final de esta movilización, es terminar en un documento enriquecido por la crítica y los aportes, que no sea de Gobierno, sino de Estado, que comprometa a los diversos agentes de poder, que sea compartido por los colombianos y que se convierta en una guía obligada para conseguir unas metas previamente convenidas entre todos.
El empeño del Presidente, se constituye en una fascinante aventura en un país poco acostumbrado a los consensos; más bien cautivo del desacuerdo a perpetuidad.
Los principios rectores para construir esta visión de acuerdo al documento son dos:
1. Consolidar un modelo profundamente democrático, sustentado en los principios de libertad, tolerancia y fraternidad.
2. Afianzar un modelo socioeconómico sin exclusiones, basado en la igualdad de oportunidades y con un estado garante de la equidad.
Cuatro grandes objetivos se anuncian en la propuesta:
1. Una economía que garantice mayor nivel de bienestar.
2. Una sociedad más igualitaria y solidaria.
3. Una sociedad de ciudadanos libres y responsables.
4. Un Estado al servicio de los ciudadanos
Como Rector de una Universidad y como colombiano, saludo esta iniciativa e invito a la comunidad universitaria a apropiarse de esta discusión con entera creatividad como una excelente oportunidad de imaginar responsablemente lo que podría ser nuestro futuro si todos remáramos en la misma dirección, sin que ello signifique el unanimismo. El trámite de nuestros intereses y diferencias, podría darse compitiendo por el mejor modo de desarrollar la visión en vez de trenzarnos de manera sistemática a oponernos a todo lo que proviene del otro, al que juzgamos como adversario y al que no le otorgamos ni siquiera el beneficio de la duda. Suena un poco romántico, quizás utópico, pero no hay otra alternativa de encarar el progreso sino es planeándolo por anticipado y comprometiéndonos en la forma de enfrentar el devenir de la sociedad.
En esto los asiáticos nos llevan la delantera; ellos no planean a menos de diez años y su cultura está concebida para lo gradual. Dicen que los indios están planeando a cincuenta años. Nosotros en cambio somos víctimas de los afanes, queremos las soluciones milagrosas; al punto que engañosamente pretendemos que Gobiernos de cuatro años den solución a todas las cosas, o lo que es peor nos acostumbramos a que cada Gobierno ignore lo de los anteriores y pretenda partir de cero al enfrentar los problemas y el desarrollo.
Nuestras campañas electorales a veces parecen precarios eventos circenses donde los candidatos ofrecen con el mayor desparpajo fórmulas milagrosas que no resisten el menor análisis desde el punto de vista de su posibilidad de realización. El resultado obviamente nos lleva a gravitar alrededor de la eterna paradoja: promesas incumplidas que sirven de punto de partida para que otros acusando a los anteriores se instalen en los gobiernos a repetir el ciclo.
Nada es gratuito en la vida; la riqueza hay que construirla con sacrifico y tesón y en el curso de varias generaciones.
La falta de trabajar a largo plazo y amarrados a soluciones viables, termina por deslegitimar a la política y a los partidos frente a la sociedad.
Hay un debate alrededor de que la democracia nos impone un costo muy alto en términos de crecimiento; y se insinúa que los éxitos de China al lograr un crecimiento sostenido con tasas superiores al 9% durante los anteriores veinticinco años, tienen alguna relación con su modelo de gobierno autoritario. Aún si así fuera, nuestra sociedad jamás aceptará un régimen autoritario y en mi modesto entender, la única forma de contrarrestar este contrasentido de nuestro modelo de Gobierno y organización, es precisamente acudiendo a los procesos de planeación de largo plazo, mediante construcciones participativas tal como lo pregona la propuesta Colombia Visión 2019.
He sido testigo de varias presentaciones del documento Visión Colombia 2019 ante calificados auditorios, propensos ellos por su composición y naturaleza a la controversia y debo admitir que, amén de las diferencias con relación a cómo debe construirse la visión para que no sea excluyente, o de cómo convertirla, dotándola con recursos, en una verdadera vía hacia el bienestar general, o de cómo lograr que tome en cuenta lo regional, siempre ha sido de buen recibo, despertando incluso un entusiasmo que sorprende.
No podía ser de otra manera, los colombianos tenemos que ser capaces de ponernos de acuerdo en metas y estrategias de largo aliento que, aprovechando nuestras enormes potencialidades, nos permitan transitar el próximo futuro como constructores de nuestro desarrollo y no como marionetas de intereses coyunturales o peor aún como autistas detrás de milagros inexistentes.
Ayuda a ello la certeza histórica comprobada de que carecemos de modelos sociales ideales e infalibles; estamos avocados a construir nuestro propio modelo y ello admite la participación ampliada de toda la sociedad.
El documento hace un recuento, como verán en la presentación, de la evolución histórica de nuestro país para demostrar con cifras que hemos superado situaciones de mucha precariedad, colocando en su sitio aquella manía inveterada de los colombianos a proclamar una crisis perpetua. Desde que tengo uso de razón estoy escuchando que estamos en crisis. Claro que nos falta mucho, claro que pudimos haberlo hecho mejor, claro que nos hemos equivocado; todo ello es verdad, pero debemos reconocer que hemos avanzado en muchos aspectos y en indicadores claves del bienestar y felicidad de la población.
También es cierto que han surgido nuevas expectativas de bienestar; nuevas valoraciones de la sociedad de lo que es necesario y ello también cuenta a la hora de pensar el futuro.
La educación juega un papel fundamental y desencadenante en cualquier propuesta de desarrollo y es por supuesto el eje central de la propuesta Visión Colombia 2019.
El sector de la educación superior tiene su propio capítulo; y aunque apenas estamos empezando la discusión, ya se proyectan algunas metas que están incluidas y otras por proponer que es bueno dar a conocer aunque no estén dentro del documento para ambientar la reflexión:
Se pretende propiciar un quiebre en la composición de la oferta y de la matrícula migrando de un énfasis en la formación profesional hacia un énfasis en la formación técnica y tecnológica. Si hoy la composición está 80%-20%; se aspira a llegar al segundo centenario con una composición 40%-60%, donde la formación técnica y tecnológica sea preponderante. En cuanto a la meta de cobertura agregada se le apunta a llegar a la cifra de 50%, con una meta intermedia en el año 2010 del 34%.
También, hay otros indicadores y metas asociadas de la propuesta que el Ministerio de Educación viene trabajando como las siguientes:
Llevar el monto a invertir en Ciencia y Tecnología al 1.5% del PIB.
El 30% de los docentes de planta tendrán el título de doctores.
El 50% de los docentes de planta de las universidades se desempeñarán como investigadores.
La Investigación Universitaria se articulará a las necesidades reales de la sociedad.
En el segundo Congreso Nacional de Educación Superior realizado en Pereira en el año 2001 y organizado por la Red de Universidades Públicas del Eje Cafetero -Alma Mater-, le pedimos a los en aquella época eran candidatos presidenciales, trabajar una política de Estado para la educación superior que evitara las marchas y contramarchas típicas del sector. Pues bien, ahora tenemos la oportunidad de incluir en esta especie de plan de desarrollo de largo plazo, lo que deseamos que sea la Educación Superior en Colombia.
La propuesta contemplará programas y estrategias que nos lleven a las metas deseadas en aspectos financieros, pedagógicos, metodológicos y curriculares. No quiero adentrarme en la discusión que de suyo, es bien enjundiosa, sólo pretendo tocar a las puertas de la imaginación para que nos aventuremos a pensar en grande.
Me atrevo además a advertir que no vamos a lograrlo con más de lo mismo; se requiere de una verdadera transformación en la manera de concebir la Educación que le abra espacio a la innovación y a la creatividad en las estrategias a seguir.
Los universitarios nos hemos quedado cortos en las reformas para seguirle el paso a los cambios en los paradigmas educativos; las reformas no han tocado suficientemente lo nuclear de la pedagogía, seguimos enclavados en las viejas concepciones del maestro tradicional de los siglos precedentes. Cuando pensamos en reformas nos vamos a lo externo, pensamos en las estructuras organizativas, en los modelos de gestión, en la eficiencia, quizás en los costos pero en lo medular; en los nuevos procesos pedagógicos, seguimos convertidos en piedra.
Ha sido usual desde los años setenta escuchar en los medios universitarios la necesidad de reformar la universidad para ponerla al servicio de la sociedad; han desfilado distintas concepciones o formulaciones teóricas de cómo debiera ser la universidad pública; sin embargo, pese a que las comunidades académicas gozan de total autonomía para la transformación, no se conocen pasos concretos en los aspectos curriculares; los currículos permanecen estáticos, a veces apoyados en los mismos textos; no hay coherencia entre lo que se pregona y lo que se hace.
Conceptos tales como Educación para toda la vida o continuada, centrada en el estudiante, mediante nuevas tecnologías, sobre la base de competencias, sigue siendo una gramática inabordable para el común de los universitarios.
Todos queremos una nueva universidad, ello no tiene discusión; la clave está en cómo lo vamos a lograr y qué tipo de universidad queremos construir; pues bien, Visión 2019 nos brinda una ocasión única para salirnos de la retórica y pensar en serio lo que debe ser la universidad del futuro.
Desde la Asociación Colombiana de Universidades ASCUN estamos adelantando un trabajo que permita incorporar a la Visión el conjunto de metas y propuestas que los rectores de las universidades hemos venido construyendo y formulando durante más de un año en mesas de trabajo con la participación del Ministerio de Educación Nacional en un ejercicio de concertación sin antecedentes en la historia del sector. Podría afirmar, que gran aparte de los ajustes en la política del Gobierno en Educación Superior se han fraguado en las discusiones de estas mesas.
Sólo me he referido al sector de la educación superior de manera deliberada por ser el campo en el que puedo opinar con mayor autoridad, pero es indudable que la participación de la academia en la prospección del nuevo país, desborda límites y puede llegar a todos los rincones de la construcción material y social.
De esto se trata este evento, de abrir el debate sobre el futuro de Colombia.
En esta universidad bajo la coordinación de la Oficina de Planeación se ha convocado a los académicos para que evalúen críticamente el documento y produzcan reflexiones y propuestas a lo largo y ancho del mismo; ya hubo un primer encuentro al respecto y espero que podamos hacer aportes en el curso de las discusiones que quedan por venir.
Le agradezco al Director Nacional de Planeación, Dr. Santiago Montenegro, que haya querido aceptarnos como sede de este encuentro con los jóvenes, en el marco de la convocatoria a las representaciones estudiantiles de los Consejos Superiores y académicos de las Universidades Colombianas y felicitó al Consejero Iván Madrid por la extraordinaria iniciativa de convocarnos hoy a todos a ventilar una propuesta de indudable valor estratégico para el desarrollo y progreso de la Nación.
Bienvenidos todos a la Universidad Tecnológica de Pereira.
Muchas Gracias,
Luis Enrique Arango Jiménez
Rector
Fecha de expedicion: 2006-03-08