DISCURSO ACREDITACIÓN INSTITUCIONAL

1 de Septiembre de 2005 

Al hablar hoy de la acreditación de calidad conviene hacer un breve recuento de sus antecedentes. Fue la Ley 30 de 1992 la que creó el Sistema Nacional de Acreditación y facultó al Consejo Nacional de Educación Superior, CESU, para organizar y reglamentar el sistema. Sólo tres artículos de esta Ley, que voy a leerles en razón de su brevedad, son los responsables de lo que para mí ha sido un poderoso motor hacia el cambio en la Educación Superior colombiana: 

ARTÍCULO 53. Créase el Sistema Nacional de Acreditación para las instituciones de Educación Superior cuyo objetivo fundamental es garantizar a la sociedad que las instituciones que hacen parte del Sistema cumplen los más altos requisitos de calidad y que realizan sus propósitos y objetivos. 

Es voluntario de las instituciones de Educación Superior acogerse al Sistema de Acreditación.

La acreditación tendrá carácter temporal. Las instituciones que se acrediten, disfrutarán de las prerrogativas que para ellas establezca la Ley y las que señale el Consejo Nacional de Educación Superior (CESU). 

ARTÍCULO 54. El Sistema previsto en el artículo anterior contará con un Consejo Nacional de Acreditación integrado, entre otros, por las comunidades académicas y científicas y dependerá del Consejo Nacional de Educación Superior (CESU), el cual definirá su reglamento, funciones e integración. 

ARTÍCULO 55. La autoevaluación institucional es una tarea permanente de las instituciones de Educación Superior y hará parte del proceso de acreditación. 

No cabe duda del carácter visionario del legislador al involucrar a la educación superior en un esquema de certificación voluntaria de calidad, apoyado en un proceso sistemático de autoevaluación, que no es otra cosa que poner a las organizaciones a medirse y a pensarse a sí mismas en un profundo ejercicio de autonomía. 

Es indudable el impacto que a nivel de resultados ha provocado la carrera hacia la calidad; la eficiencia en el uso de los recursos y la expansión de la producción intelectual y la investigación en las universidades no son ajenas a estas exigentes influencias. 

No es una idea original. Ya en otras latitudes las certificaciones a nivel universitario han existido. Por ello la decisión en Colombia se adoptó de manera oportuna lo que le permitió colocarse a la vanguardia de otros países. Su evolución y desarrollo han llevado a que la organización del Consejo Nacional de Acreditación, CNA, y sus experiencias sean estudiadas como modelo, estén siendo replicadas fuera de nuestras fronteras, y además, le permitan a este organismo empezar a ofrecer servicios de consultoría en esta materia. 

Por otra parte, comienzan a insinuarse acuerdos de reconocimiento mutuo con los sistemas de acreditación de otros países, lo que indudablemente con el tiempo, se convertirá en una oportunidad para la movilidad académica y laboral internacionales. 

El Sistema de Calidad de la Educación Superior regido por el CNA acredita los programas cuando ellos cumplen ciertos estándares de calidad y también acredita a las Instituciones cuando han acumulado un cierto número de programas acreditados en diversas áreas del conocimiento, obteniendo la posibilidad de ser evaluadas integralmente como un todo. Es a esta acreditación a la que se denomina Acreditación Institucional, la que se otorga por una temporalidad definida. 

La Universidad Tecnológica de Pereira acreditó inicialmente tres programas en el año 2000: Ingeniería Eléctrica, Ingeniería Industrial y Medicina; y luego acreditó otros tres en el año 2001: Ingeniería Mecánica, Ciencias del Deporte y la Recreación y Tecnología Mecánica. 

Ya cumplidos los requisitos mínimos para acceder a la Acreditación Institucional, en el año 2002, por Acuerdo del Consejo Superior Universitario se creó el Comité Coordinador de Autoevaluación y Acreditación con el fin de soportar todo el proceso de calidad y se puso en marcha la estrategia. Finalizando el mismo año 2002, se solicitó al CNA, la verificación del cumplimiento de requisitos y se inició formalmente el proceso que felizmente hoy concluimos de manera oficial. 

En el mundo actual los procesos de calidad certificada son irreversibles y hacen la diferencia; así como el conocimiento ha desplazado al capital en importancia como factor de producción, la calidad se está volviendo un factor preponderante en la comercialización de bienes y servicios. Se certifican los procesos, los productos, las organizaciones, la gestión, las competencias laborales, las profesiones, etc. Hacerse a un lado es morirse inexorablemente. La globalización trae consigo la competitividad y ésta exige precisamente los sistemas de calidad que van avanzando y creando referentes a nivel regional, nacional y mundial. 

Es imposible construir competitividad sino está mediada por procedimientos de calidad certificada. La Universidad así lo ha entendido y por ello se ha matriculado en esta corriente promoviendo la acreditación a todo nivel; se han acreditado y se están acreditando los programas, se han acreditado y se están acreditando los laboratorios; se está acreditando el área administrativa en gestión de la calidad con la Norma ISO 9001-2000 y hemos Acreditado a la Institución como un todo, accediendo a la llamada Acreditación Institucional otorgada por el Ministerio de Educación Nacional, por un término de siete años. 

Lo que hoy formalmente estamos celebrando es la coronación de muchos años de trabajo y dedicación de muchas personas a lo largo de la historia; por ello, hemos querido estar reunidos en compañía de la comunidad universitaria y de todos los invitados que han querido honrarnos hoy con su presencia. 

Como toda creación humana, nuestra Universidad tiene su propia historia, la que hemos venido construyendo con entrega, amor y tesón de generación en generación. Cada una de ellas ha aportado acciones, decisiones y liderazgos que fueron moldeando la Universidad que hoy Pereira le ofrece orgullosa a los suyos y a Colombia. 

Por ello, esta celebración con ocasión de la obtención de la acreditación de alta calidad, me obliga a evocar, para agradecer y hacer un reconocimiento, a todas aquellas personas que a lo largo de la historia de la Universidad, hicieron oportunos, definitivos y valiosísimos aportes; que plantaron la semilla y abrieron el camino. 

A quienes estamos hoy frente a los destinos de la Universidad, nos ha correspondido la difícil tarea de continuar al cuidado de este patrimonio social e intelectual común, que es nuestra Universidad, para conducirla al lugar que hoy tiene en la comunidad académica regional y nacional. 

Creo firmemente que los seres humanos han sido y serán sensibles al reconocimiento; él, puede ser más efectivo a la hora de movilizar las energías humanas en pos de un ideal que los mismos incentivos materiales; por ello, en honor a la justicia, y como un asunto de principios, no me restrinjo a la hora de exaltar el valor de las personas. 

Quiero pues, rendirle un homenaje de agradecimiento a todas aquellas personas que pasaron por esta Universidad y hoy no están, pero que con su trabajo y gestión construyeron los cimientos sobre los que hoy descansa esta empresa social del conocimiento que siendo de los pereiranos y risaraldenses le pertenece a toda la Nación colombiana y siempre estará a su servicio. 

Debo recordar con respeto y admiración a su rectores fundadores: Jorge Roa Martínez y Guillermo Ángel Ramírez; y a todos los que los sucedieron: Pablo Oliveros Marmolejo, Q.E.P.D, Juan Guillermo Ángel Mejía, Guillermo Guzmán Londoño, Samuel Eduardo Salazar Echeverri, Gabriel Jaime Cardona Orozco, Ricardo Orozco Restrepo, Javier Arroyave Ochoa y Carlos Alberto Ossa Ossa. Todos ellos, se distinguieron por su honestidad y espíritu de sacrificio a toda prueba. 

Pero, también a los vicerrectores, a los decanos, a los directores de programa, a los docentes, a los administrativos, a los trabajadores, a los estudiantes, en fin, a la comunidad entera que tiene todo el derecho a disfrutar del éxito a la hora de los reconocimientos. 

Sólo un equipo comprometido y entusiasta como el que hoy tiene la Universidad Tecnológica de Pereira puede crear el músculo requerido para desencadenar los procesos de mejoramiento que requiere una Universidad de calidad. Tenemos un equipo decidido a mirar el futuro con optimismo; dejando atrás los fatalismos y apostándole con arrojo a ser mejores cada día. Pocas organizaciones se pueden dar el lujo de tener el equipo directivo que tiene esta Universidad a quien debo felicitar por su excelente desempeño y animar a perseverar en el camino de la excelencia. 

Pero, la Acreditación Institucional conferida a la Universidad Tecnológica de Pereira no es un punto de llegada; no constituye una meta en sí misma, es, por el contrario, un gran compromiso y un enorme desafío, pues los sistemas de calidad, cualquiera de ellos, están edificados en la lógica del mejoramiento indefinido. 

Estos enriquecedores procesos apenas sí dan evidencia de aquello en lo que tenemos adecuados niveles de calidad y fortaleza, y simultáneamente registran los aspectos que representan oportunidades de mejoramiento, siempre en la búsqueda de la esquiva excelencia. Esta, la excelencia, por supuesto, tampoco es un puerto de arribo: es un blanco móvil, camino y frontera a la vez, que ilumina la acción pero que se repite al infinito en búsquedas y caminos nuevos a cada paso que se da. 

Los estándares de la calidad no son estáticos, ellos van moviéndose en la medida en que el sistema en su conjunto va mejorando; al fin y al cabo los mejores siempre serán una élite que va adelante, jalonando a los demás. Así, concibo la Acreditación de Calidad, como un estado de transición donde no hay nada definido en términos absolutos; vamos adelante, pero otros vienen detrás con ganas de pasar al frente. Y esta sana emulación es la que debe proyectar al sistema de educación superior en su conjunto. 

No es entonces la acreditación una oportunidad para aflojar el paso; por el contrario, adquirimos la enorme responsabilidad de continuar mejorando cada día superando nuevos retos y validando, en el permanente discurrir, la enorme distinción que nos ha entregado el Estado Colombiano. 

Hay que reconocer que en estos primeros cinco años del siglo XXI nuestra Universidad se ha transformado de una manera considerable, pudiendo afirmarse que en este siglo hicimos casi más, que todo lo que se hizo en los 39 años precedentes del siglo anterior. 

Hemos construido un tablero de indicadores, actualizados a la fecha, que muestran el contraste entre el año 1999, la víspera del nuevo siglo y el año 2005, el cual me permito presentarles: 

Estudiantes de pregrado de 4.272 a 9.193 
Estudiantes de posgrado de 278 a 605 
Relación estudiantes Vs Docentes equivalentes de Tiempo Completo de 9 a 19 
Programas de pregrado aprobados de 20 a 31 
Maestrías aprobadas de 5 a 12 
Programas de alta calidad acreditados de 0 a 8 
Docentes en formación doctoral de 13 a 47 
Docentes con formación doctoral de 13 a 31 
Grupos de investigación registrados en Colciencias de 2 a 70 
Grupos de investigación reconocidos en Colciencias de 2 a 28 
Proyectos de Investigación concluidos de 58 a 183 
Proyectos de investigación Cofinanciados por Colciencias de 9 a 39 
Proyectos de investigación Cofinanciados por otras entidades externas de 22 a 84 
Participación en Centros de Excelencia de 0 a 2 
Recursos anuales para investigación de $1.081 Millones a $3.487 Millones 
Recursos anuales para biblioteca de $24 Millones a $273 Millones 
Relación Recursos Propios Vs Presupuesto total de 11.34% a 18.75% 

Si me preguntaran cuáles fueron las claves que hicieron posible tener hoy una Universidad alineada con el progreso y deseosa de mostrar resultados, no dudaría en contestar que entre otras el haber abandonado una posición reaccionaria y retardataria que todo lo ideologizaba acudiendo al fácil expediente de asociarlo a intenciones ocultas de privatización o de amenaza contra la Universidad Pública. Creo que hoy en día muy pocos desestiman la necesidad de transformarnos como condición para hacernos más eficientes en el cumplimiento de nuestras tareas; aceptando de hecho que en la gestión del cambio está la llave del éxito: siempre habrán nuevas respuestas para las eternas preguntas. 

Ello, no ha significado de otra parte que la Universidad se haya convertido en un océano de conformidad, por el contrario, sigue siendo prevenida, poco proclive a la obsecuencia; más bien es adicta a sospechar de todo, pero no para evitar el cambio sino para hacerlo de mejor manera. La comunidad quiere que se le tome en cuenta y a fe que hay que tomarla en cuenta. 

La Universidad debe ser un centro de debate, de crítica frontal pero informada, no ligera y espontánea. A veces uno se duele de tanto tiempo perdido por la falta de una actividad más fundada en razones reales y menos acomodada a intereses politiqueros de corto plazo. En fin, la Universidad es eso: Contrastes y contrapuntos y jamás debemos siquiera pensar que deba ser diferente. 

Hemos respetado los puntos de vista diferentes a los nuestros sin dejar de ejercer nuestro derecho a enfrentarlos con la altura y el coraje necesarios. Así debe ser una Universidad donde no haya hegemonismos de ningún lado, donde todos quepamos y ojalá aprendamos a escucharnos. Parto de una única verdad y es la de que no soy dueño de la verdad. 

La Universidad debe ser un punto de tránsito donde los intereses particulares le cedan el terreno a los intereses generales y a la racionalidad; no concibo una Universidad militante, sesgada a una sola manera de ver las cosas. 

Creo que nuestra Universidad cuenta con un patrimonio inigualable en el imaginario social; hace parte de las pocas instituciones que cuentan con algún grado de legitimidad y credibilidad y sería funesto que termináramos sin pena ni gloria en el foso común por no saber justipreciar el sentido profundo de lo que es una Universidad. 

La universidad debe ser un sitio de encuentro, un escenario de intercambios, de tolerancia a lo diverso, de valoración de la diferencia, una provocación a pensar el futuro. 

Todo eso quiere ser la Universidad Tecnológica de Pereira y bajo estas presunciones se mueve su comunidad Universitaria quien en su cotidiano trasegar ha hecho suya esta concepción en la práctica. En este continuo caminar no ha estado sola; ha tenido la compañía y solidaridad permanentes de toda la sociedad a quién se le debe. 

Destaco muy especialmente, a la sociedad de la Región que siempre ha estado al lado de su Universidad y esto cuenta a la hora de los balances: la Universidad se ha sentido rodeada y acompañada; los pereiranos y risaraldenses la reconocen como suya y palpitan al unísono cuando de defenderla se trata. Así lo hemos visto siempre que su accionar ha estado en peligro por amenazas de una u otra naturaleza. 

El establecimiento político también ha respetado a la Universidad y su autonomía; esta Universidad jamás ha estado secuestrada por intereses subalternos. La clase política le ha ayudado a conservar su ethos libre de presiones, dejándola discurrir como una empresa auténtica del conocimiento donde lo académico es lo que prima por encima de todo. Malas son las comparaciones, pero no ha sido así en otras latitudes donde infortunadamente se han dado experiencias lamentables. 

Una legión de más de quince mil egresados en las diversas disciplinas diseminados por el país y por el mundo, llevan en alto con orgullo la insignia Tecnológica, como debía de ser y se regocijan con el reconocimiento entregado en buena hora por el Gobierno Nacional. Saben perfectamente que los principales beneficiados de la Acreditación son ellos mismos al valorizar sus credenciales académicas, que a partir de ahora, tienen el respaldo de un reconocimiento oficial de calidad para la institución de donde provienen. Otro tanto, podría predicarse de los estudiantes actuales y los venideros. 

Pero, a pesar de los éxitos que hoy festejamos, la Universidad sabe que es más lo que le falta por hacer que lo que ha avanzado: tenemos una deuda inmensa todavía por saldar. 

Nos preocupa la articulación de la educación técnica y tecnológica; no estamos satisfechos. Compartimos las preocupaciones con el Presidente Uribe en este campo. Siendo nuestra Universidad pionera en la formación tecnológica; habiendo acreditado el primer programa de esta modalidad en Colombia, está llamada a ser promotora de las soluciones que reposicionen la formación técnica y le den conexión y continuidad dentro del sistema de Educación Superior. 

No estamos conformes con la altísima deserción que está reportando nuestra Universidad, tenemos que hacer esfuerzos innovadores para reducirla. Las pobreza, que es evidente, está frustrando nuestros deseos y debemos todos a una, encarar este desafío. Avanzar en la equidad social es un imperativo para nuestra Universidad. 

No estamos satisfechos con los impactos de la investigación en los procesos productivos; tenemos que llevar la investigación y la innovación al terreno de lo concreto para potenciar nuestro desarrollo. Debemos jugar un papel más decisivo en la construcción del sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación Regional. 

No estamos todavía conformes con los avances en el bilingüismo; aunque hemos hecho bastante con establecer un cierto nivel de suficiencia como requisito de grado, hay que avanzar mucho más y sobre todo universalizar el bilingüismo a toda la comunidad. 

Contentos sí estamos; aunque conocemos los enormes retos que tenemos por delante; sobre todo por lo que la sociedad espera de nosotros, de lo cual tenemos clara conciencia y sabemos de la responsabilidad y liderazgo que exige esta importante tarea, que estamos dispuestos a seguir asumiendo con todo, de lo que somos capaces, sin ser inferiores a esa responsabilidad personal y profesional, individual, colectiva y generacional que nos correspondió. 

Los beneficios que nos reporta la Acreditación Institucional, a título de incentivos, deben ser utilizados para seguir creciendo la matrícula en la Región y fuera de ella sobre la base de alianzas que aprovechen las infraestructuras existentes. 

Señora Ministra, quiero agradecerle públicamente el apoyo que hemos recibido de Usted en todo momento; le ruego además transmitirle al Señor Presidente nuestro agradecimiento por el respaldo permanente que nos ha brindado y el estímulo que hemos sentido siempre que se refiere a nosotros. Tal vez por ello hayamos tomado con tanto ahínco su programa; luchamos por aumentar la cobertura con calidad a brazo partido y lo seguiremos haciendo, porque entendemos que el País sólo podrá superar la condición de pobreza en la medida que tenga muchos más logros en la Educación Superior. 

También, quiero agradecer al Consejo Superior su labor abnegada y desinteresada al frente de los destinos de la Universidad: sus luces, su acompañamiento y sus sabias decisiones han sido definitivos para mantener la nave estable y llevarla con firmeza hacia el norte anhelado. 

Deseo hacer mención especial a los profesores tanto de planta, transitorios y catedráticos, por contribuir desde sus lugares ha construir una gran Universidad, e invito a los pocos que han estado ajenos al proceso a que nos acompañen en este propósito de calidad. 

Quiero recordar hoy, en medio de este júbilo, a quienes ya fallecieron, a quienes como pensionados sienten como propio este triunfo de la casa a la que le entregaron sus vidas, a nuestros ausentes, en fin, a todos aquellos que aportaron para que hoy nos sintamos grandes. 

Finalmente, estimados amigos, le doy gracias a la Vida por permitirme ser Rector de la Universidad Tecnológica de Pereira, maravillosa Universidad, llena de gran talento e inmenso compromiso. Espero seguir cumpliendo con mis responsabilidades de dirección de la mejor manera posible, poniendo lo mejor de mí en esta noble empresa que nos compromete a todos por igual. 

Felicitaciones a los Tecnológicos de todos los tiempos. 

Gracias, muchas gracias a todos. 

LUIS ENRIQUE ARANGO JIMÉNEZ
Rector

Fecha de expedicion: 2005-09-01