DISCURSO HOMENAJE POSTUMO GLADYS RODRIGUEZ 

Pereira, 30 de marzo de 2004 

Corría el año 1976 cuando un grupo de jóvenes formados en las Universidades le dimos rienda suelta a nuestro ímpetu político, dentro de un modelo novedoso, innovador, alimentado por un espíritu radical, confrontacional, pero en todo caso alejado del terrorismo y de cualquier vinculación con la lucha armada. Eran las épocas de la bipolaridad y del debate alrededor de los modelos socialistas. Los chinos aparecían como la contrapartida a los considerados retrocesos del modelo soviético, los grupos se alineaban al lado de una o de otra influencia. La revolución cubana era percibida con emoción, aunque con recelo para algunos por su gravitación alrededor del Kremlin. 

En las Universidades florecían toda suerte de “Ismos” compitiendo cada uno por ser el auténtico representante de la clase obrera o en lo particular el verdadero intérprete del Marxismo, o del marxismo Leninismo, o del marxismo Leninismo pensamiento Mao Tse Tung, o incluso del Trotskismo. Las ideas que no estuvieran enmarcadas en el campo de la revolución estaban arrinconadas en las universidades; la participación en elecciones para muchos era sinónimo de debilidad y “mamertismo”. 

A un hombre de una inteligencia excepcional se le debía la conducción de uno de los grupos políticos de la época: su mano incidió en la elaboración tanto de la propuesta ideológica como del análisis permanente de la llamada coyuntura; un hombre cuyos orígenes políticos se remontan a las juventudes del movimiento revolucionario liberal en Santander: Francisco Mosquera. 

Creímos con firmeza que estábamos encarnando la solución para las dolencias de nuestra sociedad al promover una propuesta movilizadora de frente amplio, buscando alcanzar metas de desarrollo con justicia social dentro de un esquema de resistencia a lo que llamábamos la dominación Norteamericana, a quien atribuíamos todos los males del subdesarrollo. Estábamos insertos como una de las expresiones de lo que se llamó en Colombia la generación de los setentas. 

Retábamos a los poderes instituidos con ingenio y entusiasmo desbordante; acompañando políticamente a la revolución china y a su máximo conductor Mao Tse Tung tomábamos de su ejemplo algunas estrategias: una de ellas fue la llamada política de los pies descalzos; una réplica criolla de lo realizado por Mao para avanzar en su demoledora guerra campesina. 

Decenas de jóvenes en una verdadera diáspora se esparcieron por todo el país para predicar el nuevo evangelio. Algunos de ellos provenientes de clases acomodadas y de Universidades privadas; los llamamos cariñosamente: los descalzos. 

En este contexto conocimos a Gladys Rodríguez Pérez: una jovencita arquitecta, que con alegría a flor de piel llegó a Pereira junto a otros más, cuyos destinos se fueron construyendo al lado de los nuestros con el paso de los años. 

Gladys introdujo en nuestros esquemas de propaganda una verdadera revolución; nos enseñó a usar el “Screen”, la ciudad conoció los carteles gigantes en papel periódico, y pintura roja. Las caras y siluetas de los personajes en blanco y negro; en montajes de rompecabezas. 

Pasaron los años setenta y cada uno fue asumiendo su propia vida de acuerdo a sus propios sentimientos y quereres. Hoy en día el contexto es totalmente diferente: el debate sobre las distintas vías al socialismo o sobre los diferentes modelos de socialismo desapareció; nadie discute el papel de la propiedad privada en la sociedad; la satanización de la misma es una pieza ideológica de museo. El debate ha migrado hacia la mejor forma de crecer con equidad; a evitar el desmantelamiento del Estado en la prestación de algunos servicios claves; a la defensa de lo nacional frente a la globalización; a la conservación del planeta y sus recursos; a la defensa de los derechos humanos; a la lucha contra la pobreza; a la búsqueda de un modelo alternativo de desarrollo que evite la profundización de las desigualdades y por el contrario las disminuya. 

La discusión Norte Sur sobre la globalización de la economía y el comercio se ha vuelto un eje movilizador de opiniones y de actividad política; dinámica incluyente que permite la convergencia de diversas ideologías y sectores sociales. 

La calidad se ha vuelto un referente universal que implica medir la gestión más por resultados y menos por discursos. 

El factor preponderante de la producción dejó de ser el capital, la tierra o la mano de obra, pasó a ser el conocimiento donde las tradicionales contradicciones sociales en las que se enmarcaba la lucha por el poder pierden vigencia. 

Volví a encontrarme con Gladys en la década de los noventa cuando me desempeñaba como Gerente Regional de Telecom y agobiado por la férula de nuestro Estado Centralista que no dejaba actuar, quise promover con los pares de entidades Nacionales en la región una acción de denuncia y defensa de la descentralización. Nos apoyábamos en la Constitución del 91 que ordena de manera clara la descentralización pero que en la práctica se entraba, por la sistemática y cerrada oposición de la burocracia capitalina; pero también, porqué no decirlo, por la debilidad de la mayoría de la clase parlamentaria que ha estado acostumbrada a evadir los temas de fondo, dejándole a los llamados tecnócratas la suerte del país. 

Allí volvimos a encontrar a Gladys; ya era docente de la Universidad y con un grupo de amigos entre los que recuerdo a Oscar Arango, Germán Toro, Carlos Arturo Caro, y la propia Gladys trabajamos el tema. Alcanzamos a realizar varias reuniones, alguna de ellas en su espacio de recreo en Viterbo. Allí fuimos atendidos con esmero por Luis y Gladys; y en una memorable tarde le dimos puntadas a un documento que todavía conservo. Compartíamos los puntos de vista con Carlos Arturo López Ángel por ese entonces Gobernador de Risaralda. 

Recuerdo en particular de ese día, su mascota que no la desamparaba y las viandas con que nos deleitó: patacones con Bagre frito y limonada. 

Encontré en Gladys a una mujer formada y profunda en los temas de región. Pero igualmente dulce y suave en su trato; discreta y delicada en la defensa de sus puntos de vista. 

Posteriormente cuando fui nombrado rector de la universidad tuve la oportunidad de tenerla mas cerca y la encargamos de coordinarnos el primer esfuerzo para actualizar el Plan de Desarrollo Institucional. Ella, ya formada en los ajetreos de la Planeación, y yo un pragmático por excelencia, concertamos un mecanismo de trabajo. Aún sigo sosteniendo que los planes de desarrollo en las Universidades están mediados por el conflicto y a veces hay que ir más allá de lo escrito. 

Poco tiempo la disfrutamos: Luis Fernando Gaviria, a la sazón viceministro la pidió en comisión. Ahora aparece una Gladys crecida en el otrora Ministerio del Medio Ambiente, coordinando iniciativas de alcance nacional, reconocida por la comunidad académica como experta y consolidada como una líder nacional en su campo. Sólo la enfermedad que le apareció por esta época pudo restarle impulso a su carrera. 

De regreso en la Universidad apoya la tarea de la integración regional que estimulamos desde la Corporación Alma Mater y se vincula de lleno a la investigación logrando el reconocimiento de Colciencias a su grupo de investigación e inicia el trabajo que hoy se publica a través de este libro que damos a conocer con el carácter de homenaje póstumo. 

Finalizando el año anterior le vi una presentación en el auditorio de los cafeteros en la ciudad de Manizales ante un selecto público de actores regionales en reunión promovida por el proyecto de la Ecorregión y el Alcalde de Manizales. Como siempre, y a pesar de su enfermedad, estuvo brillante con esa facilidad asombrosa para explicar los temas de la geografía física y humana de las ciudades y la región. Nos explicó los perfiles de las ciudades región del Eje Cafetero. 

Quizás es en el campo del desarrollo regional donde mayor incidencia puede tener la universidad sirviendo de articulador de los diversos actores sociales. Definitivamente el desarrollo debe partir de sinergias regionales pensadas y construidas de manera concertada, así lo entiende cada vez con mayor claridad la comunidad regional y así lo percibe la cooperación internacional. 

El mundo de lo urbano denota un enigma en permanente evolución todavía por descubrir; aplicarse a la tarea de desentrañarlo para entenderlo y promoverlo o regularlo, según sea del caso, es un ejercicio de la mayor importancia. A ello dedicó Gladys sus últimos días con la pasión de siempre; el libro que nos deja abre avenidas al conocimiento de este tema, donde ella como pocos era una verdadera experta. 

Aquel día en Manizales la vimos muy animada explicarnos su viaje familiar al Brasil confiada como estaba en su recuperación aunque la única verdad era que la enfermedad la estaba derrotando. 

A su regreso y en medio de una crisis de su enfermedad la contacté telefónicamente en la Clínica Marly y con el entusiasmo de siempre me explicó su situación, la que naturalmente esperaba superar. 

Ya en Pereira la visité en su residencia habitual donde pudimos pasarle revista a su viaje al Brasil, a los temas de la agenda de Alma Mater y la Ecorregión y por supuesto no me dejó ir sin regalo: me obsequió un calendario de mesa traído de su viaje. La notamos muy deteriorada pero manteniendo la fe de que iba a aliviarse. Todos nos volvimos sus cómplices.

No volví a verla en vida; me queda su recuerdo y el legado indestructible de su carácter y su temple. 

He querido aprovechar este momento para escribir algunos trazos autobiográficos que enlazan aspectos de la vida de Gladys y que podrían quedar ocultos al conocimiento de quienes la conocieron y la amaron. 

A Luis, a su familia, a sus compañeros de trabajo, el reconocimiento de la universidad a una persona que dió ejemplo de cómo incidir desde la academia en la vida de la sociedad y que nos dejó un inmenso vacío, definitivamente imposible de llenar. 

Recuerdo perpetuo a su memoria. 

LUIS ENRIQUE ARANGO JIMENEZ 
Rector

Fecha de expedicion: 2004-03-30