INTERVENCIÓN CÁMARA JÚNIOR
14 de Octubre de 2006
Para atender a esta amable invitación de hablar ante la Cámara Júnior, una organización centrada en el liderazgo, y como se trata de una especie de ensayo libre, me parece conveniente, revisar algunos asuntos que, no por aceptados y conocidos, deja de ser importante volver sobre ellos.
Se dice que estamos en la era de la información y del conocimiento, esto ya es un lugar común; sin embargo, como afirma Castells, todas las épocas han sido épocas de información y conocimiento, la humanidad siempre ha estado produciendo información y conocimiento; lo nuevo de esta época es la velocidad con la que ellos se producen, a tal punto que hoy en día los seres humanos, de manera individual, son incapaces de abarcarlos y menos aún de seguir la huella que el conjunto de ellos va dejando.
Los cambios que antes requerían centurias, ahora se dan en décadas: la aceleración de la historia, es una realidad apabullante.
El paradigma no es el enciclopedismo y la erudición; lo nuevo del saber no es acumularlo, es más bien saber acceder al conocimiento y a la información, saber buscarlos y usarlos.
La diferencia, también está en la rapidez con que se difunde la información; antes, la información estaba consignada en espacios cerrados, era limitada en su acceso; hoy en día, disponer de la información es un privilegio relativo. Las redes y el internet están al alcance de mayor número de personas todos los días y el crecimiento de la conectividad y la banda ancha es exponencial.
La educación ni es capaz, ni puede pretender abarcarlo todo; los estudios deben ser generalistas enseñando lo básico, lo fundamental. La especialización debe ser vertical. Las especializaciones, las maestrías, los doctorados deben apuntar hacia la especialidad.
Los currículos en pregrado deben atender a lo básico. Es imposible rellenar los currículos con el nuevo conocimiento que aparece; o abrir un programa académico diferente cada vez que el conocimiento se especializa.
Los currículos atiborrados no producen sino desencanto y frustración, es preferible saber unas pocas cosas muy básicas que llenarse la cabeza con asuntos que se olvidan y jamás se utilizan.
En física, se deben enseñar las leyes fundamentales, dejar poco espacio a las florituras y al lucimiento innecesario de los docentes.
En matemáticas, se deben saber los razonamientos matemáticos y los procedimientos, no los artificios; nos volvimos fanáticos de la estratagema, del rebusque. Ello ha cerrado puertas a mucha gente, y alejado a mucha otra de ciertas disciplinas que requieren fundamentación matemática.
Los currículos deben asociarse más a lo fundamental que a lo casuístico o accesorio.
Hay que buscar la trasdiciplinariedad, es decir, el diálogo entre las disciplinas, antes que encerrarse en currículos cerrados, compartimentados. Las asignaturas opcionales deben ser tan diversas que le permitan a los estudiantes de uno u otro programa moverse a lo largo y ancho de los campos disciplinares.
A todos estos conceptos a los que me estoy refiriendo se les llama modernización y flexibilización curricular y su adopción por la educación, deben volverse un imperativo, so pena de quedarnos en una pedagogía rígida, incapaz de acoplarse a los nuevos tiempos, anclada en el pasado y poco eficiente a la hora de los impactos.
De otro lado, este mundo acelerado, que cambia los referentes entre generaciones, que derrumba muros y barreras ideológicas sin piedad, requiere de seres humanos capaces de asimilar y promover los cambios. La clave del progreso colectivo e individual esta en ello.
La juventud está obligada a ser pro activa, a poner contra la pared lo viejo sobre la base de presionar los cambios, no sobre la base de contenerlos.
Cuando las transformaciones en la sociedad duraban centenares de años, se podía ser exitoso asumiendo una posición reactiva; hoy por hoy, es un suicidio. De una generación a otra los cambios son ostensibles.
Son muchas las cosas que han cambiado en unos cuantos años; veamos algunos contrastes:
En el mundo Universitario, antes pensábamos en pedirle recursos al Estado como única vía de financiación; hoy pensamos en buscar recursos propios, en facturar y aunque sobreviven algunas actitudes facilistas son apenas consignas hueras que van en contravía de las tendencias mundiales. Esto no implica por supuesto eximir al Estado de su responsabilidad con la población vulnerable.
Antes, pensábamos en aumentar los cupos para avanzar en cobertura como lo fundamental, ahora descubrimos que la deserción es la clave.
Antes, pensábamos en lo socioeconómico como el causante de la deserción; hoy, pensamos en la adaptación al medio universitario, en la salud mental, en el desencuentro con las carreras, en la articulación con los niveles precedentes.
Antes, pensábamos en los contenidos, le rendíamos un culto desbordado al conocimiento en sí; hoy, pensamos en las competencias, en el saber hacer. Competencias que además son dinámicas todos los días aparecen nuevas habilidades que es necesario poseer.
Antes, teníamos un concepto unitario de inteligencia, hoy, sabemos que hay varias inteligencias y que la emocional y la actitudinal tienen un peso muy grande en el desempeño de las personas.
Antes, pensábamos en la productividad como paradigma de eficiencia; hoy, pensamos en el cliente y en lo social como condición ineludible.
Antes, pensábamos en lo local, en lo regional; hoy, estamos obligados a pensar en lo global.
Antes, la segunda lengua era una excentricidad, un atributo diferenciador para las élites; hoy, es una necesidad general que se vuelve meta de los sistemas educativos.
Antes, la presencialidad era considerada requisito de una oferta de calidad; hoy, la virtualidad se volvió natural y complementaria para una buena oferta de calidad. Es más, aprendimos a diferenciar entre el significado de lo virtual que para nosotros era lo irreal, lo imaginario, lo fatuo.
Antes, los diplomas, los títulos eran suficientes; hoy, hay que certificar los saberes y con vigencia limitada. Las actualizaciones o recertificaciones son absolutamente indispensables.
Antes, teníamos modelos de desarrollo alternativos al capitalismo, para algunos el socialismo era la solución; hoy, ninguno de los dos es solución. El mundo entero busca nuevos esquemas de organización social y productiva. No hay recetas únicas.
Antes, las utilidades de las empresas lo definían todo en el mundo empresarial; hoy, la responsabilidad social y la sostenibilidad ambiental se vuelven referentes fundamentales.
Antes, lo que pasaba en China nos tenía sin cuidado o nos preocupaba sólo por razones ideológicas; hoy, nos afecta profundamente. Los precios del petróleo, del acero y del cemento se volvieron chino-dependientes.
En esencia, todo se está moviendo; los puntos de referencia no son los mismos ni están en el mismo sitio. Por lo tanto las viejas soluciones ya no encajan en los nuevos desafíos.
Frente a esta nueva realidad, atributo de los tiempos actuales, debemos saludar las nuevas expresiones de liderazgo que se dan en los jóvenes; son la esperanza. Una sociedad envejecida en su liderazgo es una sociedad marchita.
El cambio es multifacético e integral; actúa en todas las direcciones y dimensiones de la existencia; abordarlo en su inmensidad nos potencia, nos hace fuertes y promisorios, Necesitamos ser fanáticos del cambio y no del conservadurismo a ultranza.
Todo está en construcción, nada es definitivo, ni está concluido.
Las Leyes, las normas, los códigos, los procedimientos, los sistemas, las fórmulas, los rituales, los conceptos; están en permanente movimiento. El único casamiento verdadero es con el cambio; otros, pueden llamarlo el mejoramiento continuo.
La pedagogía tiene que cambiar; los ritmos son diferentes y los educandos vienen con nuevas habilidades: la era de lo digital, de lo interactivo. Un poema, hoy en día no es suficiente para capturar la atención de un muchacho del común; se requiere de mayor imaginación.
Todo el mundo es susceptible de aprender, depende del método. Hasta los animales lo logran.
Los educadores deben ser maestros en el sentido más amplio de la palabra; deben ser maestros de vida y acompañar a los educandos en todas sus facetas. Los jóvenes de hoy padecen el ensimismamiento provocado por las culturas emergentes, asociadas a la imagen, los video-juegos, la interactividad, los realities, etc.
Un nuevo tipo de docente es necesario para un nuevo tipo de estudiante. Hay que llevar la revolución al aula. El docente no solamente debe enseñar un contenido disciplinar, debe enseñar a caminar en la vida. El docente, debe ser un tutor, que vele por el desarrollo de la persona a su cargo, no desde la distancia de un estrado, sino junto a él como su compañero.
Lo curricular es importante, pero no es lo esencial, lo extracurricular es clave para la vida del estudiante.
Involucrarse en actividades sociales, participar en organizaciones, formular y liderar proyectos, desarrollar habilidades que serán determinantes para el futuro. Todo ello cuenta a la hora de moldear un profesional.
El estudiante de las mejores calificaciones, a veces no coincide con el más exitoso en el mundo laboral; ello cuenta, pero hace falta más.
Hay valores en el mundo del trabajo que le agregan un gran valor al desempeño laboral de las personas; me atrevo a mencionar algunos heredados de mi experiencia:
Mantener la boca cerrada y respetar las jerarquías directivas. No estoy hablando de nomenclaturas ni de autoritarismo, me refiero al concepto de responsabilidad organizacional.
Nadie sabe los daños que puede provocar una opinión imprudente para el futuro de una persona. He visto caer a mucha gente de encumbradas posiciones por decir lo que no debe.
Nada es mas difícil que recoger lo mal dicho.
Nada rueda más fácil que un chisme y nada encoleriza más que ser víctima de la deslealtad. Nada enamora más que un ser leal.
Mantenerse en su puesto, no tratar de aparecer mejor que su superior jerárquico; se puede ser mejor, pero no sobrepasarse en demostrarlo. No despertar el recelo; más bien la confianza.
En la vida existen las compensaciones: a uno le llega el turno cuando le debe llegar. Por mucho madrugar no amanece más temprano.La lealtad nunca será un bien en desuso.
Ponerse en lugar del otro y ser capaz de oír. Los seres humanos son imperfectos, no homogéneos. Otros ven lo que no vemos. Saber escuchar, desarmarse para escuchar al otro, siempre será una oportunidad en vez de una amenaza.
Hay que darle opción a la complejidad, nos enseñamos a vivir de silogismos; si A entonces B, y resulta que eso no es tan cierto, hay emergencias a partir de simultaneidades. Hay que dudar de lo obvio.
Como lo enseña Edgar Morín, lo único seguro es lo inseguro. Hay que estar preparado para lo inesperado y aceptarlo como una ley de la vida. Por donde menos se piensa salta la liebre, lo importante es no derrumbarnos, ni autoculparnos. Hay que afrontar la sorpresa como algo natural y aprender de ella. El caos era visto como sinónimo de deficiencia, de error hoy es visto como el camino de la innovación, del cambio, de nuevas soluciones.
Aprender a confiar en los demás; soltar la cuerda, dejar hacer y no pretender coparlo todo. Ah, y lo más importante, tomar riesgos. Sin riesgos no hay paraíso. Hay que darles oportunidades a los demás de mostrar su capacidad. Si mis subalternos son buenos y se lucen, también yo me luzco.
Focalizarse en lo grueso, dejar la menuda a los demás. Centrar la acción en dos o tres proyectos transformadores y no desampararlos sin perjuicio de las demás responsabilidades.
Rodearse de gente buena; tan buena o mejor que uno mismo. Separar lo personal de lo laboral, no seleccionar el equipo de trabajo por razones diferentes a la idoneidad. No hay nada más inconveniente que entregar una responsabilidad por compromiso o por solidaridad. Lo que empieza mal, siempre termina mal.
Evadir el chisme, y la participación en combos. Las tensiones, las diferencias y los intereses, son inevitables en las organizaciones; el ejecutivo debe estar por encima del bien y del mal. Procurar por no dejarse involucrar; hacer oídos sordos al chisme y desautorizarlo.
Mantenerse informado, usar los sentidos de los demás. Estar alerta a lo que ocurre más allá de uno, que es diferente a recibir chismes. Hay que intervenir oportunamente.
Respetar las jerarquías directivas inferiores; los pájaros no pueden tirarle a las escopetas. Excepto, que haya razones muy fundadas y demostradas, el superior tiene la razón. La primera oportunidad siempre la debe tener el superior, no el subalterno. Hay que generar confianza hacia abajo.
Los seres humanos somos sensibles al elogio, no podemos ser mezquinos con él. Los reconocimientos enamoran, crean autoestima y compromiso con la Institución. Son un mecanismo creado por la sociedad desde tiempos inmemoriales, hay que contar con ellos.
Igualmente nada hiere más que atacar a las personas en su dignidad
No descalificar a las personas, ir a las ideas y no a la moral de las personas, hacer eco de aquella invitación a ser duro con los argumentos y suave con las personas; la moral se practica más que se predica.
Recuerden que no hay verdades absolutas y lo que hoy es, o parece ser, mañana no es.
Recordar que la gente puede cambiar y que el que se equivoca tiene el derecho a corregir. Témanle a los que se especializan en vetar a las personas y hacen de ello el evangelio principal. La vida le da a uno muchas lecciones.
Trabajar con pasión, amor, entrega y solidaridad, pensando en grandes cosas para la gente y la sociedad y no solo para el ego.
Finalmente quiero invitarlos buscar la vía de medio; huirle a los fanatismos y a las polarizaciones; los extremos generan extremos, en esto quizás es sabio el Budismo; ir por el medio, ser justo. No es fácil, pero el adoptarlo como principio de vida siempre será una ganancia. Las tentaciones para abrazar los extremos son incesantes, quizás los humanos tenemos la tendencia a ellos.
Señores Junioristas, dejo estas breves palabras como mi aporte a este evento al que fui gentilmente invitado. Me pareció que estas reflexiones, fruto de mi experiencia personal y laboral, pudieran ser de interés para ustedes.
Felicitaciones en su Cincuentenario.
Muchas gracias,
LUIS ENRIQUE ARANGO JIMÉNEZ
Rector
Fecha de expedicion: 2006-10-14