INTERVENCIÓN PRESENTACIÓN DEL LIBRO

Definitivamente la historia de nuestra ciudad dista mucho de estar concluida; así lo evidencia el surgimiento de los nuevos episodios y abordajes, que cada vez nos ofrecen las personas que se dedican a bucear en los archivos y a tejer sus hallazgos, con los contextos de la época de una manera ordenada y metódica. Este es el caso del Historiador Víctor Zuluaga Gómez, ilustre educador e investigador de la Universidad Tecnológica de Pereira, quien ahora en su condición de retiro, que no de receso, sigue aplicado a su trabajo, ayudándonos a reconocer nuestro pasado. 

Ya antes con La Nueva Historia de Pereira, una investigación también copatrocinada por la UTP, donde hizo uso intensivo de los archivos de Cartago y Popayán, había provocado una interesante polémica alrededor de quién la historia, digamos oficial sin mucho énfasis, reconoce como la persona que cedió los terrenos donde se construyó Pereira, y de la cual finalmente tomó su nombre por voluntad del Presbítero Remigio Antonio Cañarte; me refiero al Dr. Francisco Pereira Gamba, ilustre político y militar caucano, quien había heredado a su vez de su padre, el Dr. Francisco Pereira Martínez los terrenos en mención. Pues bien, Víctor Zuluaga, con escrituras en la mano, nos revela un nuevo benefactor, el Presbítero Ramón Gómez de Lasprilla, quien de acuerdo a pruebas documentales había hecho posesión en el año 1847, como heredero de unas tierras compradas a la corona española en 1810. 

Semejante rectificación no ha puesto de acuerdo a los expertos en la historia de Pereira, en particular a distinguidos miembros de la Academia Pereirana de Historia que siguen defendiendo el rol original de Pereira Gamba. 

De acuerdo a lo que alcanzo a entender, toda la confusión parte de un lindero acuífero llamado la quebrada “las Partidas”, que de acuerdo a Pereira Gamba coincide con La Quebrada Egoyá y de acuerdo a la otra posición, avalada por el Dr. Ramón Elías Palau, importante político liberal de Cartago, era una quebrada que desapareció y debió de estar por los lados de Mata de Caña, lo que hoy puede ser Nacederos y donde efectivamente quedaban las partidas hacia Cartago. Si se aceptara esta tesis, la propiedad de los Pereira estaría limitada por los ríos Otún y Consota y empezaría en la desaparecida quebrada las partidas (Mata de Caña) hasta el poblado indígena Pindaná de los Cerrillos, es decir, no englobaría los terrenos donde se asentó Pereira. 
Lejos de pretender terciar en esta polémica; si la relaciono es para recrear un poco el escenario contencioso en que aparece un segundo trabajo de Víctor Zuluaga, titulado “Territorio, Religión y Guerra. Cauca y Antioquia 1850-1870”. 

Este nuevo trabajo de Víctor Zuluaga, trasciende el anterior conectándolo con todo el entramado político de la época, permitiendo asomarnos a una ventana de tiempo, a un período de intensas luchas políticas y militares, a través de las cuales se fue configurando el destino nacional y donde las diferencias entre unos y otros, a veces parecen gaseosas, y son más bien los intereses del territorio, y del poder los determinantes de las facciones. 

Pero antes de entrar en materia, Víctor Zuluaga, en el primer capítulo, que obra a manera de introducción, nos ofrece un curso acelerado de la Historia de Occidente a partir del imperio Romano y la aparición del Cristianismo. Nos muestra cómo la religión conquistó los gobernantes o viceversa, desarrollando formas de organización social donde las jerarquías de la iglesia jugaron a favor de los poderes temporales. 

Nos explica cómo la edad media entronizó el esquema aristocracia, clero y servidumbre, hasta que la navegación y el comercio permitieron el surgimiento de la burguesía, una nueva clase que alteró los equilibrios pre-existentes e indujo profundos cambios revolucionarios. 

Aclara que en España la relación Poder-Iglesia mantuvo una especial simbiosis, fortalecida por la institución de la inquisición, lo que determinó la férrea influencia de la iglesia en las colonias americanas. Esta unidad con la corona, le permitió a la iglesia acumular enormes propiedades. 

Nos explica la influencia de la revolución francesa y de las logias masónicas en los próceres de la independencia de las colonias americanas de España; de hecho Miranda, Bolívar, San Martín y Bernardo O´Higgins habían sido iniciados en las logias y le siguieron el paso a los procesos revolucionarios que se dieron en Europa. 

Nos aclara que en Francia se dio una gran discusión en torno a las posibilidades de expropiación del clero, aunque éste tenía obligaciones referidas a la caridad pública, a la educación y a la salud, lo que de alguna manera animó a los revolucionarios de la independencia a moverse en la misma dirección. 

Finaliza este primer capítulo declarando su escepticismo sobre la igualdad política en vista del poder de los medios que fabrican la opinión y por lo tanto los imaginarios sociales. 

Ya para referirme a la almendra del libro, debo decir que se hace visible en ella de manera ostensible el papel del clero militante, que bien lo diferencia Víctor de la iglesia como institución, oponiéndose a las reformas que les quitaba privilegios y que los caudillos militares liberales emprendieron a mediados del siglo IXX y donde el partido conservador actuó como aliado del clero; así mismo, se reconoce el rol de la masonería como institución que albergaba esencialmente a los liberales, sin perjuicio de que éstos estuvieran enfrentados en el campo de las ideas y a veces de qué manera; son especialmente reveladores los conceptos de Manuel Murillo Toro, vocero del liberalismo radical, llamado Gólgota, con relación a sus hermanos masones apodados como liberales Draconianos: 

“El partido liberal antiguo, el que se organizó bajo las influencias del General Santander, era muy contemporizador con el orden de cosas anterior y gustaba sobre manera la autoridad; era anticlerical pero quería el Patronato. No podía resolverse a desprenderse del ejército y de la acción gubernativa y centralizadora, por lo cual en el fondo no podía considerarse como liberal sino como la fracción ilustrada del partido conservador”. Continúa Murillo Toro: “Pero por esa misma razón contaba en sus filas muchos de sus antiguos privilegiados, clérigos, militares y gamonales de provincia y de pueblo, dueños de tierras o vendedores de mercancías al por menor, armados de leyes de juicio ejecutivo y de prisión por deudas, aspirando a un nombramiento del Gobierno que les diera los medios para hacer mejor su negocio o rematando los diezmos y los aguardientes”. 

Nos recuerda Víctor que a este grupo, además de Santander, pertenecieron Pedro Murgeitio, José María Obando, José María Melo y Tomás Cipriano de Mosquera. 

Pero lo más interesante de este viaje por la historia, es que desvela hechos y personajes afincados a los entornos de nuestra naciente Pereira, muchos de ellos centrados en Cartago, de donde dependíamos como cabeza de la provincia del Quindío, en las tierras del Departamento del Gran Cauca. 

Se puede apreciar cómo se mueven los hilos de la política local, alinderados unos con el General José María Obando y otros con el General Tomás Cipriano de Mosquera y con Pedro Murgueitio, quien a propósito era oriundo de Cartago y al igual que Mosquera combatió junto a Bolívar. Estos hilos algunas veces los llevaban a estar enfrentados, pero las más de las veces unidos como en la guerra contra los ejércitos antioqueños defensores del Gobierno Centralista de Mariano Ospina Rodríguez que enfrentó a Conservadores y liberales. 

Desfilan a lo largo de la narración los distintos combates entre golpistas y Constitucionalistas unas veces y otras entre federalistas y centralistas, en una secuencia de luchas con vencedores y vencidos alternando y a veces usando como soldados a los propios enemigos. 

Antioquia y su ejército representa el enemigo en estas gestas donde nuestros ancestros, pese a ser de origen antioqueño, juegan a favor de la causa del Cauca con el General Mosquera a la cabeza. La defensa del territorio inclina la balanza en las disputas de poder lo demás parece volverse secundario. 

Definitivamente Pereira se fundó bajo el manto protector de Tomas Cipriano de Mosquera, el único colombiano que fue cuatro veces presidente; por los votos primero, luego por las armas y luego de nuevo por los votos. 

Memoriales firmados por los pobladores asentados en lo que hoy es Pereira, y fue la antigua Cartago, surcaron los caminos entre estas tierras y Popayán apoyando la causa de la fundación. 

Aquí comparten créditos los Hermanos Emigdio y Ramón Elías Palau y el Padre Remigio Antonio Cañarte por igual. 

Surge la historia de un negro, descendiente de esclavos, Manuel María Victoria, quien parece ser el precursor de la guerrilla. Condenado a muerte logra escapar y asentarse en las afueras de Cali en la vía a Buenaventura, donde comanda una cuadrilla que cobrará peajes y hará justicia a lo Robin Hood con los excesos de los hacendados. Más tarde después de ser indultado por Tomás Cipriano de Mosquera cuando éste hace las paces con José María Obando, llegará a ser General, grado que obtiene en la toma de Bogotá, cuando Mosquera vuelve a la presidencia de manera temporal a través de las armas. 

Emerge el papel de la salina del Consotá como referente de gran importancia, quizás para la época con el mayor poblamiento y actividad. Bien importante, para nosotros que apenas estamos enterándonos de su existencia y que además su ubicación linda con el campus de nuestra Universidad, donde de paso cada vez encontramos mayores vestigios de asentamientos humanos milenarios. 

No podía faltar la historia de amor, real o ficticia. Sólo Víctor podrá decirlo, el General Negro, Manuel María Victoria, en su juventud y cuando era un simple soldado, cae rendido de amor a primera vista de Dolores la hija de una Capataz de la salina de Consotá. Finalmente, la hace su compañera, no sin padecer las tribulaciones de las guerras donde su familia se ve envuelta. También, tiene la historia su lado trágico que no voy a contar. A ustedes les corresponde descubrirlo. 

Finalmente, Víctor vuelve a la carga con su tesis de la falsa donación de Guillermo Pereira Gamba, y nos pasea por los debates del Senado donde éste como Senador presentó un Proyecto de ley para que la nación le compensara la donación que le había hecho a los pobladores para fundar a Pereira, y la réplica que en el mismo Senado le hace su contradictor Ramón Elías Palau. 

No logró Guillermo Pereira Gamba compensación alguna por su genuina o falseada donación. La pelea de linderos, se la llevaron a la eternidad. 

Hay que reconocerle a Víctor Zuluaga el mérito de haber logrado sacudirnos con relación a la fragilidad de nuestra historia; tiene razón cuando invita a ser más profundos e informados. 

El trabajo de investigación que ha hecho en el archivo de Indias en España y en los archivos de Cartago y Popayán, complementa con creces los trabajos anteriores. 

Bienvenida la invitación a la Alcaldía para realizar una historia documentada de Pereira ahora que nos aprestamos a celebrar los 150 años de Fundación de la Ciudad. Como Universidad también nos sentimos aludidos. 

Felicitaciones Víctor por tu nuevo libro sobre la historia de esta región; nos ayudas a reconocer el pasado sobre bases ciertas, y sobre todo a sentirnos más cerca y comprometidos con el futuro de Pereira. 

Muchas gracias, 

Luis Enrique Arango Jiménez
Rector Universidad Tecnológica de Pereira

Fecha de expedicion: 2009-08-18